MUJER, MADRE, SOLA y MIGRANTE / Japón

MUJER, MADRE, SOLA y MIGRANTE / Japón

Lea (nombre ficticio), una inmigrante filipina, tiene 49 años. Es divorciada; su ex-marido es un japonés.  Tiene una hija de 20 años, que estudia el último año de escuela secundaria. Conocí a Lea en 2017, durante nuestra Formación para los que ayudan en la Pastoral de la Parroquia, a la cual asista regularmente. Es una persona muy activa, creativa y alegre; siempre está dispuesta a facilitar en los grupos pequeños de trabajo o de compartir. A algunos de nuestras actividades llevaba consigo a su hija Rhina (nombre ficticio), que es inteligente como su madre.

 

Lea conoció a su marido por primera vez en Filipinas, donde trabajaban por la empresa Suzuki Motors. Después de un año se casaron en la iglesia Católica en Cebu, Filipinas, y después se trasladaron al Japón.

 

En la sociedad Japonesa, el marido trabaja mientras la esposa se dedica a ser ama de casa y a cuidar a los hijos. Así que Lea renunció a su trabajo. Empezaron a construir su “casa ideal” – que Lea, ingeniera profesional, diseñaba. La casa estaba ya terminada cuando nació Rhina.

El marido de Lea era alcohólico; en muchas ocasiones le pegaba a Lea en la presencia de Rhina. Cuando Rhina tenía 3 años, Lea descubrió que su marido tenía otra mujer, una japonesa que trabajaba en la misma empresa. Cuando Lea le confrontó, se pelearon.  Delante de Rhina, el marido la golpeó – no una vez sino muchas veces, dejándola con heridas graves. Lea huyó a Filipinas, llevando a Rhina consigo.

 

Después de 2 meses en Filipinas, Lea se dio cuenta de que no podría criar a su hijo por sí sola; tampoco quería que Rhina creciera sin padre. Decidió volver al Japón, dispuesta a sacrificarse por su hija. No le avisó a su marido de antemano porque quería sorprenderle. Cuando llegaron a la casa, tuvo un gran shock. La otra mujer estaba allí, y no les permitió entrar. Le enseñó a Lea el certificado de matrimonio. Después, Lea descubrió que su marido ya se había divorciado sin avisarla.  Su ex-marido y la nueva esposa vivían en aquella casa, así que Lea no tuvo otra opción que marcharse.

 

Lea pidió ayuda a algunos amigos y ONGs. Pero su marido era una persona influyente, así que el caso de Lea no tuvo con éxito. Como no había otro recurso, se puso a buscar trabajo. Rhina tenía solo 3 años, y Lea no podía buscar trabajo y a la vez cuidar a su hija. Llevó la niña a Filipinas para que su hermana la cuidase. Después de un año, como su visa estaba para vencerse, trajo a Rhina otra vez al Japón. Rhina es ciudadana japonesa, y como era niña, necesitaba estar con su madre. Así que pudo renovar la visa sin problemas. Después tenía dos trabajos, y por eso podía pasar poco tiempo con su hija.

 

Durante uno de nuestros talleres, en julio de 2019, me di cuenta de que Lea estaba usando gafas de sol dentro del salón. Me acerqué y le saludé; me sonrió. Durante el almuerzo su amiga, Raquel, me pidió ayudar a Lea porque tenía un problema grande. Lea inmediatamente contestó, “no es verdad; estoy bien; no hay problema.” Terminados los talleres, Raquel se me acercó de nuevo: “por favor, ayúdale a Lea; su hija Rhina la golpeó con una silla. Tiene un ojo morado; por eso lleva gafas del sol. Siempre que tienen una discusión, Rhea golpea a su madre.”

 

Hablé con Lea y le ofrecí ayudar. Nos pusimos de acuerdo que las visitaría a su casa para poder hablar también con Rhina. Al día siguiente, al entrar en la casa, quedé asombrada. La “casa” no era más que un cuarto pequeño que alquilaron por 75,000 yen al mes (unos 630 Euros). Había una cocina, una mesa, dos sillas pequeñas y un sofá donde dormía Rhina. Lea duerme en el suelo; todas sus cosas están también en el suelo. Era una escena triste. Rhina estaba echada en el sofá, como si estuviera durmiendo. Tratamos de hablar con ella para resolver los problemas, pero se cubrió la cara con una toalla; indicando que no quería hablar con nosotras.

 

Lea explicó que para una madre sola es muy difícil criar a una hija en Japón por las diferencias culturales. Tiene que trabajar dos o tres trabajos para ganar la vida. Cuando Rhina estaba en la escuela primaria, los problemas se podían resolver fácilmente.  Rhina era buena estudiante, pero ahora en la escuela secundaria, apenas aprueba los cursos, y dos veces ha dejado de asistir a la escuela en medio curso. El 15 de agosto, Rhina cumplirá 20 años; a esa edad debe ser universitaria, pero Lea ni sabe si Rhina va a graduarse este año de la escuela secundaria.

 

Debida a su situación actual, Lea decidió separarse de Rhina; ya no podía soportar la manera en que su hija le trata desde hace tres años. Lea pensaba trasladarse a otro sitio el 15 de agosto, el cumpleaños de la hija, porque es la fecha del vencimiento del contrato de alquiler. Les sugerí que tengan unas sesiones de asesoramiento (counselling) para tratar de resolver sus conflictos. Me comprometí a buscar una consejera para Rhina; yo le ayudaría a Lea. Al principio Lea dudó que Rhina estaría de acuerdo con la idea. Iba a pedirle a una amiga que trate de convencer a Rhina. Después de una semana Lea me llamó, preguntando si ya había buscado una consejera para Rhina. Le dije que sí, una misionera laica filipina que es también psicóloga.

 

El día siguiente vinieron a nuestro centro. Tratamos de ayudarlas pero no han cambiado. No hemos resuelto los problemas, pero sí que llegaron a una solución. Por ahora no van a separarse porque Rhina explicó que como estudiante, no tiene dinero para alquiler un piso, y prometió dejar de dañar a su madre.

 

Rhina no ha visto a su padre desde que se separaron sus padres. Ni tiene interés en saber dónde está porque ha oído de parte de su madre tantos comentarios negativos. Sabe que tiene otra familia y piensa que la ha abandonado completamente. No sabe que está pagando su manutención infantil desde que Rhina tuvo 4 años – unos 100,000 yen al mes. Lea nunca le avisó a Rhina. Traté de convencerle a Lea que le diga a Rhina la verdad, pero dijo que no vale la pena porque según el acuerdo, la manutención infantil se acaba cuando Rhina cumpla 20 años (agosto de 2019).

 

Al escribir esta historia, me acordé de las palabras de Papa Francesco en su mensaje del Día Mundial de Migrantes, 2019: No se trata sólo de migrantes. Al escuchar sus historias y las experiencias terribles, me maravillo cómo pueden sobrevivir y aceptar la realidad de su situación aquí en Japón, sobre todo las esposas abusadas y las madres solteras que han permanecido aquí y aceptado los sufrimientos por amor y para la seguridad de sus hijos.

 

Dhay Marqueses, aci