
03 Jun Apartado – Peregrinos y Peregrinas de esperanza. Una misión al ritmo de los migrantes.
Convocadas por la CLAR (Confederación Latinoamericana de Religiosos) y enviadas por nuestras Provincias, hemos podido participar de la misión “Peregrinos y Peregrinas de esperanza. Una misión al ritmo de los migrantes”, en la Diócesis de Apartadó, Colombia. La misma acogió la iniciativa de la CLAR y puso todos los medios para que esta se hiciera vida en ella.
Apartadó, territorio poblado por el grito de la migración, un territorio que ha estado pisado sagradamente por tantos herman@s migrantes. Lo utilizaron como puente para poder salir hacia el Tapón del Darién y desde allí poder llegar a otros territorios. Es un lugar que guarda mucho dolor. Por un lado, por lo que ha significado la travesía y con tanta dificultad han logrado cruzar. Por otro lado, guarda la muerte de tantos y tantas que no lograron pasar. Debido a las políticas del actual gobierno de Estados Unidos, much@s herman@s que antes pudieron lograrlo, hoy están haciendo un camino de retorno, donde la esperanza pareciera desaparecer. Frente a este clamor, la Diócesis abrazó la posibilidad de realizar una misión esperanzadora en su tierra.
Convocad@s y preparad@s por la CLAR

Hemos participado un grupo de 54 religiosos y religiosas de 35 congregaciones y 15 países del Continente. ¡¡¡Y nos ardía el corazón, nos inundaba una profunda alegría!!! Ahí estábamos encontrándonos y reconociéndonos como compañeras y compañeros de una misma misión. El llamado de Dios y el deseo de vivir esta Semana Santa acompañando el dolor de aquellos que en su esperanzador empeño inician una y otra vez la travesía de pasar fronteras para alcanzar una vida más digna para ellos y sus familias.
El proceso de preparación a la Misión nos puso frente a 4 latidos que nos provocaron internamente para lanzarnos sin temor, dejándonos conducir por el soplo de Espíritu hacia la novedad que Dios nos deseaba revelar. La CLAR preparó un itinerario de formación que fuimos recibiendo paulatinamente, con videos y documentos que nos ayudaron a soltar alas y sentir los propios latidos del corazón, acompasados a los de los migrantes.

Reunid@s en Apartado, Colombia
Al reunirnos todos en Apartadó, nos encontramos con una comunidad organizada hasta en los detalles más mínimos, para recibir con sencillez a los misioner@s. Disfrutamos esa tarde conociéndonos y compartiendo gratuitamente aquello que hacía arder nuestro corazón. Al día siguiente, nos reunimos en el Monasterio de las Hermanas de la Visitación, con un día de retiro. Ellas se involucraron dándonos la alimentación y acompañándonos con su acogida alegre, sencilla y con su oración. Por la tarde de ese día nos trasladamos hasta la Catedral Santa María la Antigua del Darién, y nos dio la bienvenida la comunidad misionera local.
El Obispo, Carlos Alberto Correa Martínez, ofició la Eucaristía y nos dio el envío uno a uno, con el gesto del abrazo y su bendición. El nos dijo: “Déjense tocar por esta tierra, por su gente. Eres signo de la Iglesia en salida que acoge, protege, promueve e integra”. En su homilía nos animó, expresándonos, que la Iglesia de Apartadó, Peregrina y Samaritana, era la que nos enviaba a caminar con un pueblo “encendido por el fuego del Espíritu”.
Fue una celebración entrañable y muy sentida. Fue un día cargado de gestos que nos iban hermanando y animando a iniciar el camino. Nos impuso la cruz con el logo del Jubileo, y los distintivos para identificarnos como Iglesia Católica en salida. A continuación, de 2 en 2, fuimos trasladad@s hacia los 24 lugares de misión por la región y comenzamos la aventura, recibidos amorosamente en casas de familias, casas parroquiales u hoteles.
Enviad@s en misión

Con gran alegría, día a día nuestros pies, en medio de una majestuosa naturaleza verde en todos sus tonos, recorrieron rincones sagrados de esta tierra para escuchar con respeto sentido cada historia de la vida de tantos/as. Nuestro corazón guarda el eco de los dolores, alegrías y esperanzas compartidas. Es Jesús quien nos regaló dejarnos tocar por esta tierra y su gente. No en todos los lugares contamos con la presencia de sacerdotes, por lo tanto la hora del almuerzo compartido en la casa de alguna familia, el espacio compartido en las mesas de las casas fue nuestra Eucaristía de cada jornada.
Caminar juntos y compartiendo la misión
Vivimos la experiencia de vivir 10 días con hermanas religiosas de distintas congregaciones, diversidad de carismas y espiritualidad. Nada fue impedimento para hacernos hermanas, amigas y compañeras de camino, un regalo. Día a día pudimos compartir nuestro modo de ser mujeres consagradas, poniendo nuestros dones y creatividad para compartir la Buena Noticia de Jesús con aquellos que van cansados y con los que van quedando a la vera del camino. Desde una profunda comunión, lo diferente, lo diverso nos unió sin perder el horizonte de la misión a la que fuimos enviadas.
Caminar juntas, hacernos disponibles para colaborar con otras y otros nos pone frente a un gran desafío que es experimentar que nos necesitamos y que todas tenemos algo para ofrecer. Con la actitud de estar en salida, de caminar sagradamente con los más pobres de la tierra, nos hace abrazar la Esperanza de una vida Religiosa que peregrina en medio del Pueblo de Dios, y que se hace Samaritana para acompañar la vida amenazada de tantos/as.
Agradecemos a Dios que nos sigue susurrando que solas no podemos y la clave está en seguir dando pasos a MÁS. Esta experiencia vivida nos llena de Esperanza para iniciar una y otra vez el camino con nuestros hermanos y hermanas migrantes. Con ellos y ellas ser Peregrinas de Esperanza. Nuestros pies se quedan con la bendición de esta tierra y con las muchas bendiciones de los vecinos que desde muy temprano te saludan diciendo, ”Dios me la cuide y me la bendiga”.
Escuchando nuestr@s herman@s
Queremos compartir especialmente la experiencia de acoger a los hermanos y hermanas migrantes al bajar de las lanchas en la orilla del mar. En Necoclí está el Punto de Atención y Orientación al Migrante (PAO), un espacio de trabajo conjunto entre la Iglesia católica, la cuadrangular, la Cruz Roja y otras entidades. Todos buscan proteger la vida amenazada.
Las tareas diarias —preparar kits de comida, entregar ropa o atender la salud— se interrumpen cuando llega un aviso desde la oficina de migración en Capurganá, en la frontera con Panamá. Informan que vienen una o dos lanchas con unos cien migrantes. Así fue también durante esta Semana Santa compartida.


Rápidamente, todos/as respondíamos cargando lo necesario hasta el muelle, para recibir a quienes están por llegar. Es doloroso ver que arriban prácticamente sin pertenencias, mojados, con sed, clamando por un baño, por un poco de agua para lavar a sus bebés. Alguno gritó, mientras esperaba en la fila por su kit: “¡no me vuelvo a ir más de mi país!”, desilusionado por tener que volver del norte, por haber gastado todo para llegar al mismo lugar de donde había partido.
Otra mujer, separándose un poco de su hijo, necesitó compartir su angustia por las múltiples violaciones que había sufrido en medio de la travesía por el Tapón del Darién. Una familia contó cómo estuvo un mes detenida por la policía en Panamá, con la abuela lastimada por un golpe fuerte en la selva; hasta que fueron soltados y pudieron cruzar la frontera hacia Colombia.
No tod@s han llegado a su destino. Much@s migrantes siguen allí, en Necoclí, porque han gastado todo su dinero en pagarle a distintas personas que les hicieran atravesar cada parte del camino. Hay quienes acampan bajo un árbol hace meses, mientras mandan a sus hijos/as a la escuela; otros/as duermen en la puerta del PAO; y todos/as se cuidan de la violencia debido a la xenofobia de los grupos armados que controlan el territorio.
Esta misión ha querido ser un signo, pequeño y humilde, de que la Vida Religiosa no puede ser indiferente frente al dolor de tantas personas migrantes. Y signo, también, de que necesitamos responder en red, intercongregacionalmente y con otras organizaciones. Porque solos/as no podemos, y no podemos darnos el lujo de quedarnos inmóviles frente a este clamor.
¡Como las Mujeres del Alba, salgamos al encuentro de nuestros hermanos y hermanas migrantes, con ternura y coraje!
HH. Ismenia Aspeitia, Sofía González y Jimena Fuentes – ESCLAVAS DEL S. CORAZÓN DE JESÚS