LA CRUZ DE LAMPEDUSA EN SALAMANCA / ESPAÑA

LA CRUZ DE LAMPEDUSA EN SALAMANCA / ESPAÑA

La presencia Cruz de Lampedusa  en Salamanca ha sido el “tirón” del inicio Pastoral de la Diócesis,  y una oportunidad para prepararnos en la tarde del jueves 26, las Comunidades de Esclavas y Caritas Salamanca, a la celebración de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado,…no se trata de migrantes…se trata de humanidad, de caridad.

Este era el clamor del “silencio” con el que comenzamos nuestra celebración, en la plaza de Zamora, lugar donde cada jueves final del mes se convierte en altavoz de “los sin voz”, pero en especial hoy, fueron muchos los que se unieron procesionando a la Cruz hasta ese lugar y quienes humildemente pedíamos, mirándola, aceptar su significado de testigo de tanto dolor y desesperanza…¡que reto el tomar conciencia  de la llamada de no perder la capacidad de compadecerse e implicarnos!.

Celebración que continuó en nuestra Iglesia de la Azafranal, queríamos orar y adorar, poner a tantos hombres y mujeres que huyen de sus tierras buscando una vida más digna, a todos los migrantes y refugiados fallecido y desaparecidos…nuestra humanidad en su conjunto necesita reparación, salud nueva que abrase de misericordia tantas situaciones… La lectura de la Palabra de Dios nos sacudía ¡levanta la voz por los que no tienen voz! (Prov.31.8), ¡no rechaces al débil que te pide ayuda! (Ecle.4,9) y Jesús…<a mí me lo hicisteis> (Mt.25…)

”No me llames extranjero” … la escucha orante de esta canción nos llevó a clavar los ojos en la cruz,  y en Jesús-Eucaristía presente entre nosotros, siempre fuerza renovadora e implicativa: ¡pasar como Él, haciendo el bien!, curando, desbordando vida, y ¡vida en abundancia!. Este es el compromiso que quiero: situar a la persona en el centro, hacerla protagonista de su propio proceso…impresionaba acoger el testimonio de Pelvis, venezolano, un chico joven que en el momento compartir precisamente decía “gracias por no haberme llamado extranjero…sino amigo, y haberte apretado quizás un poco para que yo tenga lugar, para que pueda sentirme yo mismo…gracias, gracias…”

 ¡Danos entrañas de misericordia! Fue nuestra petición final que quisimos repetir una y otra vez, y ojalá se nos haya clavado en el corazón, y nos lleve a reconocernos hermanos y hermanas de cuantos llegan a nuestras costas, a las fronteras … y pasemos de la indiferencia, a la acogida, del pacto cobarde a la audacia del Espíritu, que nos congrega en fraternidad, en artesanos de misericordia para la <construcción de la civilización del amor>.

M José Tuñón, aci