la vida siempre se abre camino /chile

la vida siempre se abre camino /chile

Un breve contacto con ustedes para contarles cómo han ido entrando en nuestra vida cotidiana algunas familias migrantes.

Tierra Amarilla es una comuna establecida en pleno centro de Atacama que se extiende en una sucesión de pequeños pueblos que suben la montaña a lo largo del cauce del río Copiapó. Una gran extensión, aún con bastante población rural.

Ésta es una tierra seca y dura que actualmente promete trabajo a miles de personas en la minería y en la recolección de la uva. Y, en busca de esta quimera – porque para muchos lo es- llegan muchos migrantes. Los hay de nuestro propio país, pero también de los países vecinos y mucha gente de Venezuela, Haití, S. Domingo, Cuba y varios más, que han abandonado sus tierras para procurar una vida mejor. Su realidad, en general, es muy precaria y, a veces, amenazada por la droga y otras adicciones. Sin embargo parece que es aún más dura en las grandes ciudades.

Para nosotras, Esclavas, esto es un desafío que, resultándonos inabarcable en su conjunto, sí se va haciendo entrañablemente cercano en las familias que hemos acogido tanto en casa, como en las dependencias parroquiales.

Primero, como María y José, llegaron hasta nosotras Roger[1] y Annie, un matrimonio de jóvenes venezolanos, que iban camino a la capital pero tuvieron que pedir alojamiento porque ella estaba embarazada y no se encontraba bien. Esa noche que esperaban pasar aquí, se prolongó hasta el día de hoy. Aquí se casaron, se establecieron, arreglaron su casa en un espacio parroquial, y han encontrado trabajo. Tenemos en ellos una familia muy cercana y comprometida en la vida parroquial. Y, sobre todo a Julianita, la preciosa niña de casi 3 años, que no los dejó ir a la capital y los trajo hasta Tierra Amarilla y hasta esta comunidad.

Después, el año pasado como resultado de un cambio en la comunidad, nos quedaron unas habitaciones libres. Decidimos adaptarlas para poder acoger a un joven matrimonio haitiano que trabaja en los parronales (la uva). Así llegaron Natalie y Wondi. A los pocos días de establecerse, nos confesaron que esperaban su primera hija. La gente de la parroquia los recibió con cariño. Y cuando se acercaba el nacimiento, les organizaron un “baby shower” llenándolos de cosas que pudieran necesitar, y que ellos agradecían todavía un poco tímidos y avergonzados. El 16 de febrero nació Melanie, fuerte y despierta, que es la alegría de sus padres y de la comunidad haitiana que no deja de venir a verlos. Para nosotras ha sido una experiencia preciosa el vivir prácticamente juntos, ayudando a Natalie- que no habla nada de castellano- con los controles y trámites postnatales; compartiendo algún paseo a la playa, acudiendo a Wondi para que nos eche una mano, compartiendo lo que cada uno recibe y hasta las gallinas que él fue adquiriendo y que se han vuelto toda una experiencia avícola para nosotras.  

Muchas veces reflexionamos que esta pequeña casita de Natalie y Wondi se ha convertido en un lugar de encuentro para otros haitianos que, viviendo en piezas arrendadas, no tienen espacio ni un lugar propio donde compartir entre ellos. Así los oímos hablar y reír sin parar, sobre todo los fines de semana. Los vamos conociendo poco a poco y es una verdadera alegría.

 Y todavía esperamos otro nacimiento para octubre. Esta vez, de la pareja siria compuesta por Masud y Asra, ambos médicos. El encontró trabajo aquí, en el Centro de Salud de T. Amarilla y está viviendo al lado nuestro, en la casa de acogida. Su mujer, Asra, fue contratada en el Centro de Salud del puerto de Caldera, que está a unos 70 kilómetros de aquí. En este momento esperan, ilusionados, la llegada de su primer hijo(a) que recién ahora, habiendo salido de Siria, se atrevieron a traer al mundo.

Hay alegría a nuestro lado, pero somos conscientes de que éste no es “el mundo” de la migración, sino una pequeña muestra de lo que puede ser un lugar donde todos nos experimentemos como una gran familia.  El mundo de la migración es enorme, con demandas muy grandes y hoy nos está desafiando fuertemente al tener que elaborar el nuevo proyecto parroquial.

A continuación compartimos algunas fotografías que ilustran la vida de estas 3 familias migrantes en medio nuestro.

Beatriz Garrido, aci


[1] Todos los nombres propios son ficticios para respetar su privacidad