Todo golpea, lástima, duele… / Perú

Todo golpea, lástima, duele… / Perú

En medio de la pandemia de Covid 19, deseo compartir lo que, al igual que todas, estamos viviendo en este rincón del mundo, Perú. Parto de la experiencia de sentirme cómo en una guerra:  

Confinamiento que desconcierta, soledad que paraliza, encuentro con hermanos… – niños, ancianos, adultos, mujeres…- personas, como nosotras o como nuestras familias,  pasando necesidades, viviendo con hambre, casi en la intemperie  -por la amenaza de desalojo…-  sin trabajo, vulnerabilidad extrema, todos dolorosamente tocados.

Todo golpea, lastima, duele… somos testigos de lo que nunca antes habíamos visto…, y estremece el alma ver: niñitos buscando en la basura… “lamiendo empaques vacíos de algún alimento…” lo que debilita más, baja defensas, altera la salud… son criaturas de Dios… hijitos de la vida, niños nuestros, hiriendo la estabilidad emocional de los papás y también la nuestra…

Sorpresa, silencio, lágrimas, opresión en el corazón… cómo no se van a estremecer nuestras entrañas…  y  como no se van a maltratar el alma y el cuerpo… duele escuchar gemidos…, debilita experimentar impotencia, angustia, cada respiración entrecortada. La carencia de oxígeno, camas, respiradores; los contagios y/o muerte de médicos, personal sanitario, policial, militar, el personal de limpieza, los vendedores de mercados, los bomberos, los periodistas, los maestros y sacerdotes del barrio, el P. Cristóbal y el P. Juan Carlos… o la muerte como la del P. Nicolás o el Hno. Ari…

A mi alrededor hay familias enteras contagiadas… padres, madres, hermanos, vecinos, alumnos, exalumnos, profesores, agentes pastorales, compañeros… que fallecen, algunos súbitamente… otros padeciendo terriblemente… cuánta impotencia, llanto… todos nos comprendemos porque pasamos por lo mismo… Dios permite que tengamos la experiencia vital de  Rafaela María, cuando decía entrañablemente “Debo tener presente en todas mis acciones que estoy en este mundo como en un gran templo, y yo, como sacerdote de él, debo ofrecer continuo sacrificio y alabanza…” y este es un momento propicio para hacer que  toda la vida sea un abrazo tierno que transmita alegría, bendición, alimento, vida… y que se haga como un sello en la mirada y sonrisa de todos.

Contemplo a la tierra, como espacio sagrado,  miro al mundo, escucho que clama, veo la violencia de la tormenta que golpea y arrasa la vida como un tsunami,  y deja en evidencia,  lo que siempre estuvo: la corrupción a tantos niveles, el egoísmo de algunos, la irresponsabilidad de otros, muchos que no colaboran con el aislamiento o distanciamiento social, -por tener que salir a trabajar para comer… o por salir a divertirse, desafiando el peligro… propiciando se extienda más y más la ola de  contagios del virus, ¡No sabemos qué  hacer!!!  

Desde nuestra convicción de ser “esclavitas indignas”, llamadas… nos ponemos en pie con prontitud!, y aunque nos afecta el dolor de nuestros pueblos, desde ellos y con ellos nos empoderamos de dignidad porque “el corazón de una Esclava no puede circunscribirse a un número reducido de personas, todos han costado la sangre de un Dios”… y con ese aliento seguimos en salida queremos dejar el propio querer e interés… haciendo camino, ofreciendo una mirada que repara, alienta, sana, fortalece, alegra… renovando compromisos que generen deseos de que todos lo conozcan y lo  amen… fomentando entre todos los que encontramos en los caminos “paz y fiesta”, comunión, hermandad.

¿Adónde, Señor, me quieres llevar?

La CONVICCIÓN para mantener la fidelidad en la salida de cada día, está en la pregunta Ignaciana,

Villa El Salvador, covid19                                                            

Mela Vásquez, aci