uno entre + de 4 millones/VENEZUELA-COLOMBIA

uno entre + de 4 millones/VENEZUELA-COLOMBIA

Compartimos en primera persona el testimonio de Miguel, un joven de Venezuela al que se está apoyando desde el Colegio de Bogotá.

Decidí empezar a ahorrar para irme de Venezuela en Agosto de 2017, 8 meses antes de emprender mi viaje hacia Colombia, las razones por las que estaba desesperado por salir de allí son demasiadas para decirlas todas, pero la más importante era el pensamiento deprimente de saber que aunque tenía ya una carrera universitaria, y aunque me matase trabajando toda mi vida nunca iba poder aspirar a nada, ni a tener mi casa propia, ni a un sueldo decente, ni a un buen trabajo a menos que fuese enchufado por el gobierno, no podía aspirar a crecer de ninguna manera. Claro, que esta no era la única razón, había muchas que se sentían un poco más inmediatas, por ejemplo, lo desesperante de ver cómo se dañaban de a poco los electrodomésticos que mis padres se habían esforzado para conseguir, debido a los cortes diarios de luz que podían durar hasta 6 horas. Y ocurría que ya no tenía mucho que hacer ya que como parte de mi generación muchos de mis pasatiempos implican la tecnología. Otra razón era el despertar cada día con la certeza de que la comida iba a escasear y conseguir algo decente para comer iba a ser una odisea, y que si alguno de nosotros se llegase a enfermar por la mala alimentación, no iba a haber medicinas para mejorarnos, y si había medicinas probablemente no hubiera dinero para comprarlas, todo escaseaba todo el tiempo. Cuando les dije a mis padres que estaba pensando en irme del país, se rehusaron completamente e intentaron convencerme para que me quedara e intentase hacer una vida allí, supongo que estaban asustados pues soy su único hijo y el hecho de dejarme ir a mi suerte sin saber cuándo me volverían a ver era duro de afrontar. Sin embargo, varios amigos de ellos finalmente lograron hacerlos ver que, por más doloroso que fuera, era lo mejor, en un país donde faltan tantas cosas me iba a acabar estancando y al final por el amor que me tienen decidieron apoyarme en esta dura decisión.

El 5 de abril de 2018, empecé mi viaje hacia Colombia junto con la esposa de mi mejor amigo y su hijo quien me iba a recibir en Bogotá con la condición de que los cuidara a ellos dos en el viaje. Fue un día de muchos sentimientos encontrados; tenía mucho miedo y nervios, pues no sabía que iba a encontrar del otro lado de la frontera, como me iba a ir, si iba a poder tener una vida mejor allá o si por el contrario iba a ser uno de los mucho inmigrantes que tendrían que volver al no poder acomodarse en un país desconocido; también sentía mucha nostalgia pues dejaba atrás a mis padres, mi familia, los pocos amigos que aún no habían emigrado, el lugar donde crecí y todos los recuerdos, sabiendo que no volvería a verlos en un tiempo largo. Por otro lado, sentía alegría al saber que iba a un sitio donde tendría más oportunidades de trabajar, de crecer, de conseguir cosas tan básicas como comida o medicinas, y principalmente de ayudar a mis padres económicamente. Llegué a Bogotá el 6 de abril, eran las 3 am cuando nos bajamos en la Terminal de transporte del Salitre, la primera impresión que tuve de la ciudad fue el frío que te llega hasta los huesos. Tuvimos que quedarnos hasta las 6 am en la Terminal porque el viaje había sido más rápido de lo que esperábamos así que las personas que iban a recibirnos aquí no estaban preparadas para ir por nosotros en cuanto llegamos. Estaba cansado, pero con muchas ganas de ver a mi mejor amigo y a su hermano ya que desde que emigraron no había podido compartir con ellos y también de conocer la nueva ciudad donde iba a vivir. Las primeras dos semanas de mi estadía aquí, los dediqué a aclimatarme a la ciudad, descansar y recuperarme de todo el estrés que implicaba un cambio tan grande en mi vida; mi mejor amigo y su familia me llevaron a conocer la ciudad y me ayudaron a entender cómo movilizarme, cómo manejar el dinero, y en resumidas cuentas cómo vivir en Bogotá. Cuando ya tenía las nociones básicas de cómo moverme en esta ciudad, decidí comenzar con lo que había venido a hacer: trabajar, y ahí fue que comenzó el verdadero reto. Sabía que conseguir trabajo no iba a ser fácil, y aún más cuando el único documento con el que contaba era mi pasaporte, pero nunca imaginé lo difícil y frustrante que iba a ser. Para empezar, sentí un poco de decepción pues las personas que me recibieron habían ayudado a muchas personas a conseguir un trabajo para acomodarse aquí, pero conmigo ese no fue el caso, el primer golpe de realidad fue darme cuenta que estaba completamente por mi cuenta. El primer trabajo lo conseguí dos meses después de que empecé a buscar, gracias a que una conocida de mi mejor amigo hacía helados y me contrató para venderlos en la calle por el Tintal, que fue el primer barrio donde viví. Siendo honestos, eran un poco costosos así que era muy difícil venderlos y no hacía mucho dinero así que a las dos semanas decidí -junto a una de las personas que vivía conmigo- hacer café para venderlo en la calle, salíamos alrededor de las 5 pm todos los días y nos parábamos con un termo en una esquina del Tintal a vender tintos hasta las 10 pm, tampoco funcionó muy bien pues apenas recuperamos el dinero que invertimos en el café y en el termo.

Después de mis dos intentos fallidos de comenzar a conseguir dinero, decidí que lo mejor era empezar a pasar hojas de vida y caminar a diario entre los locales de mi barrio. Desafortunadamente todos los sitios donde me presentaba pedían un Permiso Especial de Permanencia (PEP), o una Visa de trabajo, y yo desgraciadamente no tenía ninguno de ellos. A veces sentía que no iba a poder conseguir nada, hasta que un día un conocido de un primo mío me recomendó, en un autolavado en Alcalá – al otro lado de la ciudad – donde él trabajaba, me reuní con el dueño del autolavado para una entrevista, me dio un fin de semana de prueba, y finalmente, comencé a trabajar allí.

No era un trabajo fácil, tenía que salir de mi casa a las 4:30 am para alcanzar al primer transmilenio que salía desde el portal de Banderas hacía Alcalá para llegar al trabajo a las 7:00 am. Muchas veces salía con dolor de espalda, pues no era un autolavado que contase con plataformas para levantar los autos, así que la mayor parte del tiempo tenía que agacharme para limpiar los carros por debajo y hacer toda clase de maniobras para dejar cada carro limpio. Mi turno terminaba a las 7 pm y llegaba a mi casa a las 9 pm a preparar mi almuerzo -que siempre era lo mismo: arroz y lentejas, ya que era lo más barato y fácil de cocinar- y a dormir. Esta fue mi rutina durante los siguientes 3 meses, era duro pero fue mi comienzo y fue el trabajo que me ayudó a iniciar. Cuando llevaba 3 meses trabajando, me prestaron una cuenta de Rappi, así que negocié con mi jefe para que me dejase salir a las 6 pm en vez de a las 7 pm, y me iba a hacer domicilios desde esa hora hasta las 10 pm aproximadamente. Hacia los pedidos a pie pues no tenía cómo comprar una bicicleta ni quien me la prestara. Un día, balanceando todo lo que estaba haciendo, me di cuenta que Rappi me estaba dando más dinero que el autolavado y me daba la libertad de trabajar cerca de mi casa, así que renuncié al autolavado y me dedique a Rappi a tiempo completo, esto sucedió en un momento donde la persona que nos arrendaba el apartamento en el Tintal nos desalojó por problemas con la inmobiliaria a través de la que mi mejor amigo había hecho el contrato. Tuvimos que buscar un sitio de emergencia donde vivir, así que arrendamos un apartamento en Kennedy, no era muy grande, no tenía ventanas así que no entraba luz del sol, vivíamos considerablemente más apretados y yo dormía en un colchón delgado en el suelo, pero no podíamos ponernos exigentes cuando no teníamos un sitio donde vivir. Todo esto pasó alrededor de Septiembre del 2018.

Cuando comencé a hacer domicilios de tiempo completo (7 am – 10 pm), comenzaron los problemas con mis amigos, ya que comencé a ganar más dinero y ellos al ver eso empezaron a pedirme cada vez más dinero al punto que muchas veces no alcanzaba a darles la cuota que me pedían. Me daba rabia ya que todos ellos tenían papeles y trabajos formales, cuando yo todavía trabajaba de manera informal y vivía de lo que me ganaba al día. No tenía problema con aportar a la casa donde vivía, claramente teníamos que ayudarnos entre todos, pero sí con que me pidieran cuotas que básicamente no me dejaban ahorrar nada para mis gastos. Teníamos conflictos por el dinero cada vez más seguidos hasta el punto que ellos comenzaron a esconder la comida que compraban y con lo poco que me quedaba luego de aportar a los gastos de la casa, tenía que comprar comida para mí y balancear el resto de mis gastos. En esos momentos pensé en rendirme y volver a mi casa en Venezuela o al menos intentar conseguir algo en Cúcuta, estaba cansado, deprimido y me sentía bastante desesperanzado. Lo que me dio el impulso de quedarme fue que en Diciembre hubo una especie de tregua en la casa, supongo que por el ambiente festivo, lo cual me dio bastante paz; sumado al hecho de que el 28 de diciembre de ese año, Migración Colombia sacó un lote de Permisos Especiales de Permanencia para venezolanos en el cual afortunadamente logré incluirme. Esto fue una gran noticia para mí en ese momento, pues me daba la oportunidad de conseguir un trabajo formal donde pudiera conseguir más dinero y mejores condiciones laborales, así que tan pronto lo tuve, el 4 de enero de 2019 me presenté a una entrevista en una empresa llamada Sutherland, donde afortunadamente quedé, desde ahí fue que mi vida en Colombia comenzó a mejorar. El primer par de meses fue complejo, ya que por mi calidad de inmigrante recibía un sueldo menor que los colombianos, pues para comprar un sueldo completo necesitaba un certificado expedido por migración Colombia, el cual finalmente pude pagar tras un par de meses. Una vez que recibí el mismo sueldo que el resto, pude irme finalmente de la casa de las personas que me recibieron ya que los problemas con ellos se hacían insostenibles.

De ahí en adelante pude comenzar a ahorrar, tuve un espacio propio, conseguí amigos que se han vuelto una segunda familia e incluso una novia que me ha apoyado, y que me ayudó a traer a mis padres de visita en Octubre de 2019, para el cumpleaños de mi mamá. Ese fue el momento en Colombia que más feliz me hizo, porque no esperaba poder verlos tan pronto después de todo lo que pase. Poder mostrarles mi nueva vida y lo que había conseguido con mi esfuerzo fue un momento de orgullo para mí. En Febrero de 2020, con mi novia tomamos la decisión de vivir juntos, y así pasé de vivir en un apartamento pequeño junto con 5 personas más, a vivir en una habitación dentro de una casa comunal, a tener mi propio apartamento junto con mi pareja y su perrita que ahora también es mía, pasando con mucho esfuerzo de no tener  nada a formar mi familia aquí y poder comprar cosas que no pensé tener en un tiempo largo de nuevo, como un bajo o una Playstation y por fin dormir tranquilo en las noches...

Miguel