27 Abr NUEVA LEY MIGRATORIA ¿UNA ESPERANZA?/CHILE
Por años hemos contado, en Chile, con una antigua ley que data desde el año 1975. Ésta ley nos impuso, por años, la idea de que la migración era una amenaza desde todo punto de vista; se centró sólo en regular las normas de permanencia, entrada y salida de los extranjeros pero sin reconocer cabalmente los derechos de quienes vienen a nuestro país.
El fenómeno de la migración impacta hoy fuertemente al país. Son miles de miles las personas que migran como una oportunidad de dejar atrás el hambre y el desamparo que viven en su país de origen. Salen de sus países con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida dejándolo todo, para iniciar un camino cruel y tormentoso que los expone tantas veces a un sin fin de situaciones que atentan contra su integridad.
El gobierno del presidente Sebastián Piñera, urgido por la dimensión del fenómeno migratorio en el país y por la falta de una legislación adecuada, ha promulgado una nueva Ley de Migración bajo la consigna de “ordenar la casa”. La Ley entrará en vigencia cuando se publique en el Diario Oficial el Reglamento de Migraciones. Este reglamento debe ser dictado por el Ministerio del Interior en el plazo máximo de un año desde que se publique la Ley en el Diario Oficial.
Esta Ley, sin embargo, nos pone frente a una encrucijada difícil de comprender debido a los vacíos que va dejando frente a cientos de hermanos nuestros que han ingresado a nuestro país por pasos no habilitados. La ley pone plazos para que todos y todas puedan regularizar su residencia pero dificultades administrativas, hoy agravadas por la situación de pandemia, no permiten que estos trámites se puedan llevar a cabo.
Nosotras, con el deseo de conocer e informarnos más a fondo de los ejes centrales de esta Ley, hemos participado en distintos encuentros de diálogo con instituciones expertas y nos hemos integrado al trabajo de organismos que buscan promover la dignidad y derechos de las personas migrantes a través de acciones concretas como, facilitar la asesoría jurídica, la acogida, el acompañamiento, la protección e integración cuando llegan a nuestro país.
En este tiempo de incertidumbre y de angustia, nos sentimos invitadas e invitados a acoger el don de la esperanza que viene de Jesucristo. Necesitamos la ESPERANZA de una ley que de verdad garantice los derechos que toda persona tiene de vivir con dignidad y a buscar los medios para su subsistencia íntegra de forma lícita y legítima.
Estamos tan lejos de aquello que con jactancia hemos cantado tantas veces, “y verás cómo quieren en Chile, al amigo cuando es forastero”.
Jimena Fuentes, aci