Conversatorio con el Dios de los pobres/ARGENTINA

Conversatorio con el Dios de los pobres/ARGENTINA

“Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento”. 

Lucas, 2, 2-7

En el vientre de María el Verbo se hizo hombre,

y en el taller de José se hizo clase.

P. Casaldáliga

Te hiciste hombre y te hiciste clase. Tu elección fue encarnarte durante toda tu vida pobre entre los pobres, totalmente libre de seguridades. María y José no tenían un lugar donde parir la vida nueva que se avecinaba a la entrada del mundo, una vida inocente y vulnerable que esperaba a ser acogida por la humanidad. Pero ella fue rechazada más de una vez y en cambio fue acogida en un corral.

Tu mamá y tu papá, María y José, caminaron sin cesar, pidiendo albergue en todas las casas y su destino fue parar en medio de un corral. Naciste vacío de todo y corriste la suerte de los que nada tienen.

Te hacés hermano de tantas madres que dan a luz mientras caminan en medio de una caravana, que se ve forzada a emigrar lejos de sus raíces por no tener siquiera qué comer o que huyen por sufrir persecución en sus hogares.

Ellas van bordeando el Río Bravo, deseando llegar a la tierra de esperanza, anhelando cumplir el sueño de un futuro más digno para sus vidas, sus familias y sus amigos/as.

Te hacés uno más en medio de tantas y tantos peregrinos errantes que sudan la herida del abandono y del desprecio. La calle es el único refugio donde sienten que pueden morar lejos de los maltratos de aquellas personas que se suponía que tenían que actuar como sus cuidadores. Allí están, ansiando en el fondo de sus corazones y pidiendo a gritos ser mirados y tratados con ternura.

Con tu vida encarnada vas tejiendo en nuestro interior hilos invisibles de esperanza y de amor. Y así, poco a poco te vas anidando en nuestros corazones, aunque sean pobres, muy pobres. Elegís vivir y permanecer allí, de una manera casi imperceptible, pero estás, porque siempre estás.

En la red que vas tejiendo lográs atrapar los dolores de una madre y de un padre que no tienen cómo llegar a fin de mes para pagar la habitación en la que viven con sus hijos. Vos devoras el desconsuelo de una jornada laboral mal pagada y el diario vivir que se ha vuelto cuesta arriba.

En ella captás la soledad de aquel que nada tiene junto con la pequeña mochila que portan cargada de sufrimiento. En ese tejido masticás y te tragás las humillaciones, hasta hacerlas desaparecer, de aquellos/as que viven privados de su libertad. Sos el único que logra devolverles las ganas de existir un día más. Penden del hilo de tu amor, en un vaciamiento que los abre a llenarse solo de Vos.

Una y otra vez anidás esperanza en los sueños de la humanidad en un lugar llamado Belén, en una frontera llamada El Paso y en un comedor llamado El Peregrino.

María José Andereggen, aci