EMERGENCIA UCRANIA/ITALIA

EMERGENCIA UCRANIA/ITALIA

Queremos contarte cómo llegamos a dar la bienvenida a 19 personas ucranianas a nuestra comunidad.

Cuando estalló la guerra, hace más de un mes, nuestra comunidad trató de ponerse en marcha de inmediato respondiendo a un primer pedido de ayuda de los Frailes Menores, nuestros vecinos, que ya habían abierto las puertas a algunos ucranianos en su convento. Recolectamos mantas, sábanas y más, y no fue en vano porque la gente respondió con una generosidad y prontitud impresionantes.

Estábamos pensando en contactar con Caritas, cuando el 10 de marzo uno de nuestros antiguos alumnos, Guido Galipò, casado con una ucraniana, vino a pedirnos que acogiéramos a dos familias ucranianas, en una primera emergencia alojadas en su casa. Reunidas por la Superiora, Hna. Carmela Galati, que nos interpela sobre qué hacer, decidimos por unanimidad y con alegría acogerlos en nuestra casa en el mismo piso. En la misma reunión, sin embargo, la Hna. Carmela nos informa de otra petición que le había llegado del Presidente de la “Fundación Sicilia”, Raffaele Bonsignore, quien, deseoso de trabajar con su Fundación a favor de los ucranianos, se había dirigido a nosotras, prometiendo apoyarnos en todos los sentidos y para todas las necesidades necesarias, desde la comida hasta el mobiliario, en caso de que ofreciéramos hospitalidad a otras familias.

De hecho teníamos algunas habitaciones libres pero estaban dentro de la Residencia Universitaria. Así que comunicamos a nuestras jóvenes estudiantes nuestro deseo y nos sorprendieron con su disposición a cambiar de habitación para dejar un ala entera del segundo piso a posibles huéspedes. La misma comprensión en sus padres también.

Y así, con el apoyo de la “Fundación Sicilia” decidimos dar la bienvenida a otras familias. Nos pusimos en contacto con Caritas Diocesana, dando disponibilidad hasta un total de 10 habitaciones con veintidós camas.

Y así llegaron las dos primeras familias ucranianas el 22 de marzo, una de las cuales está relacionada con el abogado Guido Gallipò. El 28 de marzo llegó otra familia, nuevamente compuesta por una abuela, una madre y una niña de ocho meses. Pero las solicitudes van en aumento: el 5 de abril llegaron otra mujer de 38 años con su hijo de 12 años. Algunas familias pasaron por nuestra casa solo de paso y encontraron otro alojamiento en otro lugar; otra señora nos conmovió profundamente, apenas ocultando sus lágrimas y su sufrimiento: decidió regresar a Ucrania con el deseo de ir a buscar a su madre. Dejaría a su hijo de 7 años a salvo en Polonia con unos conocidos y ella seguiría adelante.

Nuestros invitados son 19 por ahora, pero estamos esperando a otros.

Nuestra casa en el sótano también se ha convertido en el centro de trabajo del Comité Save Ucranianos que, fundado por el abogado Galipò con algunos de sus amigos, se encontraba inicialmente en las instalaciones de otra Asociación. Así, todos los días, vemos aquí una alternancia de infatigables voluntarios, que tratan de ordenar y ordenar ropa, medicinas, alimentos y artículos de primera necesidad, de manera que sean fácilmente identificables.

Lo hacen junto a otros que llegaron a Palermo desde Ucrania hace unos años y que se ofrecieron como traductores, facilitando así la comunicación con nuestros huéspedes. El Comité Salvemos Ucranianos trabajó en primer lugar para garantizar la atención básica de la salud de los refugiados ucranianos, tomando contacto con algunos pediatras voluntarios y con farmacias para hisopos, pruebas serológicas y vacunas con la consiguiente emisión de pase verde.

La comunidad, desde que abrió sus puertas a estos refugiados, aunque privadas de algo de su privacidad, está experimentando una ola de generosidad de muchas personas: desde la señora de la panadería que viene a darnos brioscine, pizzas y más, hasta el Adoratrices que van colmando a los niños conropa nueva u ofrendas de dinero, a amigos lejanos que envían una transferencia bancaria, a los padres de nuestros niños catequéticos que hacen ofrendas de diversa índole. Los mismos directivos y amigos del Comité no saben cómo premiarnos y ofrecerse en mil pequeños quehaceres domésticos, agradeciendo nuestra afectuosa acogida.

Una de las huéspedes nos contó la otra noche que si bien al principio tenía casi miedo de entrar a una comunidad religiosa, se sorprendió al encontrarnos viendo que estamos sonriendo y no demasiado calladas y sobre todo asombrada de cómo nosotros, aunque no les conocemos, confíamos en todos ellos.

No sabemos cuánto durará esta emergencia, pero la fraternidad y generosidad de tantas personas sostiene y alienta también a la nuestra.

Elena Bove, aci