SINODALIDAD: camino de transformación … Tercera Probación

SINODALIDAD: camino de transformación … Tercera Probación

La sinodalidad: camino de transformación en las pequeñas cosas

Hablemos de sinodalidad… esa fue la propuesta de nuestro último taller. Pero, más que hablar de un “tema que está de moda”, nos dimos cuenta que ¡la sinodalidad es la forma propia de ser de la Iglesia! Es el modo en que Jesus quiso que sus discípulos (no solo los 12, sino lo que ellos significan: la universalidad de todos los bautizados) continuarán Su misión de anunciar la Buena Noticia.

Entonces, para empezar, la sinodalidad no es algo “nuevo” o “moderno” sino algo bien antiguo, radical (porque viene desde la raíz misma del cristianismo). Y precisamente por ser tan esencial, todo lo renueva en cada momento… si sabemos acogerlo como “el camino que Dios quiere para la Iglesia del tercer milenio” (Papa Francisco).

Si, Dios quiere que caminemos juntos: eso es la sinodalidad. Pero, de verdad, ¿qué significa eso? ¿Qué implicaciones tiene en nuestra vida de iglesia? Y no solo en la vida de los grandes acontecimientos (asambleas, sínodos, reuniones, toma de decisiones…) sino en la vida de cada día, cotidiana, corriente, sencilla, pequeña, insignificante… la vida donde Dios se revela.

La sinodalidad se teje de relaciones diarias de Buen Trato… que no es un protocolo o una lista de “10 pasos para ser amable” sino de un modo de estar y ser que reconoce al otro en su dignidad y diversidad, que lo ve con la mirada de Bondad tan propia de Dios… y descubre el tesoro escondido en la fragilidad, que carga con sus heridas y que confía en el otro para aprender de él, para caminar con el…

De ahí que el respeto profundo (adorando la presencia de Dios en el otro, en las otras), la acogida y escucha de todos, como portadores del Espíritu, son actitudes esenciales para que podamos caminar.

La sinodalidad sólo se puede construir si partimos del hecho de que la Iglesia es la comunidad de todos los bautizados… que por el bautismo recibimos, todos, la Gracia del Espíritu Santo que guía la Iglesia a través de todos los fieles. Porque uno solo es el Pastor…y todos los demás siguen al “gran Pastor de las ovejas”… Cuando entendemos esto, podemos vivir cada ministerio ordenado y cada carisma como un don recibido para poner al servicio de la Iglesia, con toda la riqueza que conlleva ese mismo ministerio y carisma… porque ¡Dios se goza en esa diversidad! Y es el mismo Espíritu el que concede los ministerios y carismas.

Por eso, este caminar juntos tendrá que transformar también las estructuras mismas de la Iglesia: y quien dice transformar, dice podar para que dé más fruto, derribar lo que no construye… Y también despertar nuestros corazones adormecidos por la indiferencia al dolor de los hermanos y hermanas que siendo parte de la Iglesia son, a la vez, sus víctimas.

Porque cuando, en lugar de servir al Cuerpo de la Iglesia, nos servimos de él para obtener poder, estamos pervirtiendo la misión y la vocación que Dios nos confió. Esto se dice respecto a todos los que hacemos parte de la Iglesia, en especial aquellos o aquellas a quien nos ha sido confiada la responsabilidad de cuidar de otros, más frágiles o más pequeños.

Finalmente, vivir la sinodalidad requiere un cierto método, basado sobre todo en la escucha, el discernimiento y la elaboración de consensos de modo corresponsable. Pero, en una Iglesia sinodal la meta está en el mismo camino. Si caminamos juntos, lo que importa es llegar juntos y no tanto si llegamos a cierto punto idealizado… pero solo unos pocos.

Nosotras mismas hemos tenido esa experiencia en este taller… no nos dimos nunca cuenta de que faltara tiempo para finalizar,porque lo que hacíamos en el proceso ya era el fin en sí mismo.

No quiere decir que caminamos sin rumbo: seguimos a Aquél que nos llamó a todos los bautizados. Pero si vamos juntos y nos dejamos transformar en el diálogo unos con otros, descubriremos, como los de Emaús, que Él camina con nosotros y nosotras.

Experimentar que la iglesia es peregrina, empieza en nuestra propia vida, viviendo el gozo del camino compartido que, en las cosas pequeñas, nos va transformando, cada vez más al estilo de Su corazón.

Leonor Franco, aci