COMEDOR, ESCUELA Y, CADA VEZ MÁS, FAMILIA GRANDE. ARGENTINA

COMEDOR, ESCUELA Y, CADA VEZ MÁS, FAMILIA GRANDE. ARGENTINA

El Comedor El Peregrino, conocido en Ciudad de Buenos Aires por dar el almuerzo
cada día aproximadamente a cien personas en situación de calle, desde hace más de
30 años que ha ido intentando nuevas respuestas a la pregunta por el MAGIS.
Una de ellas fue en 2019, cuando decidimos abrir un Centro Barrial. Este se enmarca
en la Familia Grande del Hogar de Cristo, una federación que busca en todo el país
abordar de modo integral situaciones de vulnerabilidad social y consumo problemático
de sustancias.
Unos años después, nos encontramos celebrando un paso más en esta dirección.
Hace cuatro meses, en el mismo espacio del Centro Barrial y el Comedor, hemos
podido abrir “La escuelita”: un aula vinculada a una escuela de la ciudad, a través de la
cual todos/as puedan acceder a su título oficial de los niveles primario y secundario de
educación. 
Les compartimos algunas pinceladas de este tiempo de aprender juntos/as. Algunas
fueron precisas para comenzar, otras las hemos ido descubriendo en el caminar.
La primera es el trabajo en red. Desde el año pasado, dialogando con miembros de
otros centros barriales de la Familia Grande del Hogar de Cristo, conocimos el
dispositivo que ya estaba en marcha: los grupos de estudiantes cursan
presencialmente en sus centros barriales, y luego, todos sus trabajos son digitalizados
y enviados a una escuela oficial para personas adultas de la ciudad. Allí, sus docentes
(con quienes conversamos para saber qué contenidos abordar y cómo hacerlo)
reciben el material, lo evalúan y acreditan sus saberes. Al cabo de tres años, reciben
sus títulos. Esto nos llenó de ilusión: frente a la realidad de tantas personas que no
habían podido concluir sus estudios, había una posibilidad de sumarnos a un proyecto
concreto para que pudieran realizarlo. Hasta ese momento, soñar con ofrecer un
espacio educativo formal nos parecía algo demasiado grande para las fuerzas de
nuestra comunidad, pero de pronto se amplió el horizonte y se reavivó la esperanza,
una vez más. Ahora hermanas y laicos/as somos parte del equipo que lleva adelante
esta tarea, aportando cada uno/a desde donde mejor se puede desplegar.
La estructura que nos presentaron pone en el centro a la persona, con sus
necesidades, ritmos, capacidades y competencias, y así lo vamos vivenciando
cotidianamente. ¿Qué diferencia a esta escuela de otra de personas adultas? Por
ejemplo, que se contempla la dificultad que puede tener alguien en situación de calle y
consumo problemático para sostener una cursada mínimamente por un cuatrimestre.
En lugar de ello, la propuesta es que estudien intensivamente materias que duren solo
dos meses y así facilitar que puedan ir aprobándolas, sin exigirles una continuidad que
podría resultar excluyente. Asimismo, al reconocer la situación de movilidad humana
intrínseca a esta realidad, los/as estudiantes pueden comenzar sus trayectos en un
centro barrial y continuarlos en otro sin ningún impedimento. Esto es así porque,
efectivamente, todos/as están inscriptos en una única escuela con la que se tiene el
nexo. Lo que importa no es la sede donde cursen, sino ofrecerles que puedan hacerlo,
más allá de dónde estén.
Por otro lado, así como consideramos que atender a la educación es una clave para
que cada persona tenga más recursos para salir de la situación de calle y consumo,
también nos encontramos con muchas dimensiones a tener en cuenta para que sea
posible aprender. El primer día de clases, por ejemplo, había varios estudiantes que no
llegaban a leer porque precisaban anteojos y hubo que facilitarlos. Otras veces, fue
necesario que alguien pudiera ducharse antes de comenzar a trabajar. También hace
falta hacer trámites en oficinas del gobierno para conseguir los documentos a
presentar en la escuela para las inscripciones. Y cada día necesitamos comenzar

ofreciendo una buena comida para tener energías durante la jornada. Si la educación
está llamada a ser cada vez más integral es porque la vida es compleja. No dejar
nada de la realidad fuera exige tanto integralidad en los aprendizajes, como en el
marco necesario para que se lleven adelante los procesos pedagógicos.
Por último, hemos conectado en este tiempo con los deseos que nos habitan. Son los
que nos han movido a comenzar este proyecto, cuando tímidamente alguien decía: “yo
no pude ir a la escuela”, “yo quiero aprender a leer”, “vivo en la calle con mis
hermanos desde los seis años”. También son los que habilitan nuevos aprendizajes:
identificarse con el personaje de un cuento, poder compartir los saberes que cada
uno/a trae, sonreír al volver a dibujar y colorear una hoja, animarse a la matemática
para pronto poder calcular cuánto material se necesita para arreglar una pared…
Deseos, en fin, que se entrelazan con los de Dios, que en cada uno de ellos nos
recuerda que somos sus hijos/as a quienes ama, que nuestras vidas son muy
valiosas. 
Vamos llegando al final del ciclo lectivo 2023. Estas semanas hemos entregado las
primeras carpetas digitalizadas a la escuela que acoge a los centros barriales. Y
experimentamos cada día más que nos reconocemos Familia. Queremos seguir
escuchándonos y al Espíritu en lo cotidiano, para recibir la vida como viene y para que
nuestros modos de enseñar y aprender sean espacio de reparación, signo del Reino y
su justicia en medio nuestro.

Sofía González, aci