DÍA 4

inicio de la vida religiosa
hasta la salida a andújar

Una mirada honda y serena facilita volver a pasar por el corazón los acontecimientos, las vivencias… y, ahí, ver el paso de Dios. Y Dios marchaba delante de Rafaela y Dolores. Estaban convencidas de su presencia en todo y las hizo saber cosas nuevas, secretas, no sabidas… 

Hubo acontecimientos que fueron marcando sus vidas: la muerte de su madre y de su hermano Enrique fueron esenciales. Dejar todas las cosas y seguir a Cristo fue su camino. Desde el despojo total, la oración y el servicio a los más necesitados fueron dejándose guiar por las mediaciones de la Iglesia…

El 13 de febrero de 1874 salen para siempre de su pueblo y van al convento de las Clarisas de Santa Cruz para discernir su vocación. La diócesis cordobesa les va ofreciendo distintos caminos: un pensionado dirigido por las Salesas invitándola a “ser las últimas”, un nuevo plan con la Sociedad de María Reparadora… Ellas volvían a decir que sí, la entrega absoluta de sus personas y bienes eran su constante. 

El 1 de marzo de 1875 comienzan su vida religiosa en una casa propia que da lugar al nuevo convento. Allí, en 19 meses, junto con otras jóvenes -unas de acaudaladas familias, otras sirvientas de ellas- aprendieron y asimilaron lo que significaba vivir los votos, la vida en comunidad, desde la espiritualidad de san Ignacio. Era un Instituto nuevo, no sujeto a la clausura tradicional sino con una finalidad apostólica en servicio a la Iglesia universal,

Surgen dificultades, las Reparadoras se van. Aquel grupo de jóvenes sigue buscando responder a la voluntad de Dios sobre ellas. Rafaela es elegida para dirigir el grupo, Dolores también desempeña un papel fundamental.

Cuando la Iglesia diocesana quiere modificar rasgos importantes del Instituto naciente, todas lo tienen claro: sus Reglas son las de San Ignacio y no quieren que se modifique el estilo de vida que llevaban hasta entonces.

Intrépidas, valientes y guiadas por la búsqueda y respuesta a la llamada de Dios que sienten, 14 jóvenes afrontan todo tipo de dificultades y salen, a escondidas, camino de Andújar, refugiándose en el hospital de las Hijas de la Caridad. Dolores vive los problemas del momento desde la casa de San Roque con otra hermana. La confianza, en el Señor. Es la postura de todas en este incierto, confiado y dificultoso comienzo.

Démosle muchas gracias por su bondad y entreguémonos sin reserva a Él, que Él todo lo facilitará. ¡Qué felicidad se experimenta en su servicio!, ¿es verdad? […] Yo me encuentro con valor y fuerzas muy grandes, porque tengo puesta mi confianza en el Señor, en que nos ayudará siempre porque no deseamos más que su honra y gloria […] Gracias mil a nuestro buen Jesús, que tanto nos favorece y nunca quiere que suframos sin darnos al mismo tiempo mucho mayor consuelo. Bendito sea por todo […] Todas estamos muy contentas y nos creemos muy dichosas. Ya no estamos en el hospital, vivimos en una casa bastante capaz y muy alegre, y seguimos en parte nuestras reglas. Y sobre todo reina un espíritu de unión que admira […] que enteramente nos entreguemos a Él para que haga lo que quiera sin encontrar estorbos. […] Ánimo, querida mía, sirvamos perfectamente a nuestro Señor […] confiemos enteramente en su divina bondad; que haga de nosotras cuanto quiera y como quiera, sin poner obstáculos…Confiemos en nuestro buen Jesús y no temamos". (De sus primeras cartas)

"Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Respondieron: Rabí -que significa maestro-, ¿dónde vives? Les dijo: Venid y ved. Fueron, pues, vieron dónde residía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde".

 (Jn 1, 38-39)

Dios nos ofrece un camino, y nos acompaña en él. Nos invita a caminar humildemente con Él, a cuidar nuestro primer amor.

¿Cómo vives y cuidas su llamada a dejarte hacer y querer por Él -tu alfarero- y desde ahí, ser cauce de su amor para tus hermanos, para los que más necesitan conocer y sentir su amor?

Oración a Santa Rafaela María

Rafaela María, tú viviste con una mirada honda y profunda todos los “avatares” que te presentaba la vida, enséñanos a saber mirar desde dentro, desde Dios, todos los acontecimientos de nuestras vidas.

Tú supiste escuchar el paso de Dios en cada acontecimiento, ayúdanos a ser lúcidos y agradecidos en su paso por nuestras vidas. 

Te dejaste llenar del amor de Dios. Solo desde ahí sabías vivir, ilumínanos para saber dejarnos sorprender por su amor en lo más íntimo de nuestro ser.

Jesús fue tu gran tesoro, tu gran amor, y vivir –siempre- a su servicio fue tu talante de vida, acompáñanos en nuestro camino de vida, fieles y atentos a sus llamadas en nuestro día a día.